12 diciembre 2015

Asumió el nuevo presidente

El nuevo presidente temía un abucheo, de La Cámpora en los palcos del Congreso y de una multitud kirchnerista en el trayecto a la casa de gobierno. El prejuicio, como la neurosis, es inmune a los datos de la realidad. Que el gobierno saliente cediera todas las entradas para la Asamblea Legislativa, que acordara lugares separados para cada fuerza en las calles y que ofreciera dejar el bastón y la banda en el Congreso no fue suficiente -dice Horacio Verbitsky (ver editorial)



El primer olvido del presidente Maurizio Macrì fue la Patria, en la fórmula de su juramento, limitado a Dios, la honestidad y los libros sagrados.


Después de escuchar a Macrì se comprende la brevedad: el sentido de sus políticas nunca estará cifrado en las palabras, que utiliza para velar y no para traslucir actos e intenciones: un océano de buenas intenciones y generalidades con las que nadie puede disentir y ni una palabra sobre las políticas concretas que conducirían a ese reiterado vivir mejor, como si bastara con desearlo. Si algo debe reconocerse al flamante jefe supremo de la Confederación Argentina es la congruencia entre su primer mensaje y las consignas de la campaña que lo llevó a esa posición: nada por aquí, nada por allí (ver)

Mas allá de los esfuerzos de parte de la justicia independiente no pudo evitar ser el primer presidente procesado en asumir

El cambio de epoca y de "rol"
Estamos divididos pero no tanto

del discurso que parecía guionado

En otra muestra de los vínculos entre el presidente electo y las corporaciones, hoy la portada de la nave insignia de Magnetto adelanta el discurso de Mauricio Macri ante la Asamblea Legislativa. Mientras que los futuros ministros discuten las propuestas con la embajada de Estados Unidos, los medios corporativos forman parte del poder que hoy asume (ver)

Hubo entusiasmo, pero ...



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Entre lo mas emotivo de la jornada


 

Dice Verbitsky: Quedó más que claro por qué CFK no tenía nada que hacer en ese rancio revoltijo. Otro que estaba fuera de lugar era Lorenzetti, pero no se daba cuenta. La insondable vanidad le dibujaba una incontenible sonrisa en los labios, prólogo del beso y el abrazo con el nuevo presidente, como si fuera uno más del gabinete de los CEO que juraría más tarde entre chanzas de estudiantina en el bellísimo Museo del Bicentenario, otro de los legados de una década impar