09 abril 2018

¿ El departamento es suyo ?

Enterate como fue la indagatoria del juez Moro a Lula tras la cual el ex presidente fue condenado y esta en prision.
Una nota publicada en el sitio "El cohete a la luna" (que CFK considera imprescindible para entender lo que sucede en Brasil por estos dias) resume lo acontecido como parte de un plan continental contra los proyectos nacionales, populares y democráticos de la region (Ver nota completa)
A nuestro entender existe un tramo "tragicamente desopilante" que tiene que ver con la indagatoria a Lula que realizo el juez Sergio Moro y tras la cual el ex presidente del Brasil se encuentra condenado por corrupto, en prision y muy probablemente imposibilitado de presentarse como candidato. Cuenta Horacio Verbitsky en su nota titulada "La agonia de la democracia"

En mayo de 2017 el juez Sergio Moro, aclamado en toda la región como el justiciero imprescindible, citó a Lula a declaración indagatoria por cargos de corrupción que permitieran encarcelarlo, proscribir su candidatura o, al menos, enchastrarlo de modo de mellar su popularidad. La indagatoria duró cinco horas. La mejor crónica que leí en la Argentina la escribió Bruno Bimbi, para el cable del Grupo Clarín, TN, de donde transcribo.

—¿El departamento es suyo?

—No.

—¿Seguro?

—Seguro.

—¿Entonces no es suyo?

—No.

—¿Ni un poquito?

—No.

—¿O sea que usted niega que sea suyo?.

—Lo niego.

—¿Y cuando lo compró?

—Nunca.

—¿Y cuánto le costó?

—Nada.

—¿Y desde cuándo lo tiene?

—Desde nunca.

—¿O sea que no es suyo?

—No.

—¿Está seguro?

—Lo estoy.

—Y, dígame: ¿por qué eligió ese departamento y no otro?

—No lo elegí.

—¿Lo eligió su mujer?

—No.

—¿Quién lo eligió?

—Nadie

—¿Y entonces por qué lo compró?

—No lo compré.

—Se lo regalaron…

—No.

—¿Y cómo lo consiguió?

—No es mío.

—¿Niega que sea suyo?

—Ya se lo dije.

—Responda la pregunta.

—Ya la respondí.

—¿Lo niega?

—Lo niego.

—O sea que no es suyo….

—No.

Cuando Lula le preguntaba si tenía algún documento, el juez cambiaba de tema. Salvo una vez, cuando le exhibió un contrato. Lula preguntó:

—¿Quién firmó este contrato?

—Nadie, no tiene firma, está en blanco.

—Entonces puede guardárselo — dijo Lula.

—Según la policía, la firma fue borrada.

—¿La policía descubrió quién la borró?

—No.

—Cuando lo descubran, por favor cuénteme, porque me gustaría saberlo.

—¿Usted aprobó las obras en su departamento?

—El departamento no es mío y no sé de ninguna obra.

—¿Usted no había visto el plano de las obras antes de autorizarlas?

—Señor juez, ¿usted tiene alguna prueba de que el departamento sea mío, que yo haya vivido ahí, que haya pasado ahí alguna noche, que mi familia se haya mudado; o tiene algún contrato, una firma mía, un recibo, una transferencia bancaria, algo?

En ese interminable diálogo circular, Moro inquirió si Lula estuvo interesado en comprar el departamento. Lula lo negó.

—¿Pero lo visitó?

—Si.

—¿Por qué?

—Porque me lo querían vender.

—¿Lo compró?

—No.

—¿Pero es suyo?

—No.

—Por eso le pregunto.

—Ya le respondí.

Lula admitió que su esposa había pensado comprarlo como inversión pero que él no estaba de acuerdo porque como figura pública nunca podría bajar a la playa. El juez también intentó vincularlo con varios procesados o detenidos por corrupción, preguntándole por algo que uno habría dicho del otro.

—¿Qué me puede decir al respecto?

—Nada: pregúnteles a ellos.

—Pero yo quiero saber su opinión.

—Lo podemos conversar en un café, señor juez. Acá yo no vine para opinar. ¿Tiene alguna pregunta concreta que me involucre?

—Quiero saber su opinión sobre eso.

—No tengo opinión.

—¿Ninguna opinión?

—No.

—¿Y qué opina usted sobre la corrupción?

—Hagamos una cosa, doctor Moro. Organicemos un debate en alguna universidad entre usted y yo para hablar sobre la corrupción, y ahí me pregunta lo que quiera. Pero acá no. Acá vine a ver de qué me acusa y responder sobre eso.

Dos meses después de esa indagatoria, Moro condenó a Lula a nueve años y medio de cárcel como parte de la causa Lava Jato, por corrupción pasiva y lavado de  dinero. La Cámara de Apelaciones de Porto Alegre confirmó la condena en enero e incrementó la pena a 12 años y un mes.